Linares 17 de Diciembre de 2009. Hoy se han cumplido dos años de que el Papa Benedicto XVI declarara como heroicas la vida y virtudes de Manuel Lozano. Y en este mismo día de hoy se han colocado los restos de Lolo en una preciosa urna, ya con la vista puesta en la deseada Beatificación de este hombre de Dios. La ceremonia ha tenido una maravillosa “solemnidad sencilla”, o “una sencillez solemne”. A ello contribuía la presencia cercana del Obispo, Mons. Ramón del Hoyo López; el calor emocionado de las dos hermanas del Venerable Manuel Lozano, Lucía y Expectación; la mirada con lágrimas de “los amigos de Lolo” que conocieron a Lolo en su infancia y juventud, y ahora gozosos de contemplar desde la distancia del tiempo lo que fue aquella fecunda vida. En la parroquia de Santa María de Linares se daban cita hoy quienes se alegraban rezando con textos que Lolo escribió sin pensar que un día, como hoy, se iban a leer por tanta buena gente, rodeando aquellos huesos suyos retorcidos por el dolor de una vida, que fue su largo vía crucis. El silencio de oración envolvía esas horas. Era realmente un acto con el rigor jurídico que la Iglesia exige en tales casos; y eran, a la vez, horas de poner los ojos en el Señor que sigue día a día “haciendo maravillas”, como las hizo en María, la Madre de Jesús…, como las sigue haciendo en la vida de la Iglesia y de los hijos de la Iglesia... ¡Cómo resonaba en las bóvedas de Santa María la lectura de las Bienaventuranzas! Un grupo de sencillos y emocionados operarios puso su fuerza para correr la lápida del sepulcro. Era como un eco de aquella frase del Señor: ¡Corred la losa!, que dijo Jesús ante la tumba de Lázaro. Años atrás, Lolo escribió un libro… Su título: “Reportajes desde la cumbre”. Era un comentario a estas bienaventuranzas de Jesús. Él, Manuel Lozano, le había pedido a Jesús que “le prestara su corazón”, y con esa confianza de que tal préstamo (más bien “era un trueque de corazones”), se puso a escribir como si hablara a través de sus palabras de ciego e inválido aquel Maestro de Galilea. Sonaban las Bienaventuranzas allí junto a la pila bautismal que dio a Lolo su ser de hijo de Dios (“De Dios dime primero que es Padre; luego ya, me dices lo que quieras”). Se escuchaba que son dichosos los que lloran y los perseguidos por su justicia, allí cerca de los muros donde él vivió el dolor “que era su cátedra”, y a unos metros de donde sufrió prisión a causa de su justicia (por haber sido “un nuevo tarsicio” de la Eucaristía, que repartía clandestinamente, para fortalecer la fe de otros hermanos). Ante el altar mayor de Santa María, se colocó su féretro; la madera estaba descascarillada por los años; como su cuerpo retorcido por tanta inmovilidad de la que él hizo fecundo apostolado. Sonaba el canto: “Somos un pueblo que camina…”. Resonaban sus palabras: “Con ojos de criatura, no comprendo por qué has querido plantar en este barro una semilla de grandeza”. ¡Barro y grandeza! Era lo que se nos metía por los ojos. Lo resaltó el Obispo al comentar esas palabras de Jesús en el comienzo del sermón del monte. La precisión de las actuaciones de los Miembros del Tribunal se mezclaba con la hondura de la oración de los allí presentes. Se realizó el traslado de los restos hasta la huerta del monasterio del Carmelo de Linares. Siguió un tiempo en que los médicos y sus auxiliares pusieron parejas su ciencia y su emoción. Era un dolor santificante lo que tenían entre sus manos mientras trataban y preparaban aquel amasijo de huesos santificados por el dolor. ¿Hay que alabar la ciencia de estos profesionales o la unción con que trabajaban? Se enterraron “los residuos” con manos de hortelano, pero con mimo y cariño desbordante. Fue junto a la gruta de la Virgen que hay en la huerta del Monasterio de Carmelitas descalzas de Linares. De nuevo sonó la música. “Ciudadanos del cielo”. La procesión ahora era una alegría gozosa de las Hermanas carmelitas descalzas que llevaban en sus manos la urna bordada preciosamente conteniendo los huesos benditos de Lolo. Algún trozo ha quedado aparte para las futuras reliquias. En la capilla del Monasterio de nuevo el Obispo, el clero y el pueblo fiel se reúnen. Otra vez sonaba la voz de Lolo: “Señor, que mi sudor de hombre inválido corra a los pies de las raíces de todos los hombres…” Quedan guardados y sellados los restos mortales de Manuel Lozano. Estaba también allí aquel niño -ahora hombre- que “prestó” su grave enfermedad a Dios para que resplandeciera el poder de Dios por la intercesión de Lolo. De nuevo se oye el Evangelio: “Te doy gracias, Padre, porque estas cosas las has revelado a la gente sencilla”. Rezamos todos. Por la Iglesia., por el mundo… que sintamos la mirada de Dios en nuestra vida. Antes de dar su bendición, el Obispo dice que hoy ha firmado un Documento para que la Acción Católica en la Diócesis de Jaén, crezca, y lo ha hecho poniendo este proyecto en las manos de Dios y bajo la intercesión de Lolo. Lolo, aquel joven de la Acción Católica de Linares… “Kyrie, eleison.¡Señor, que nos oigas!” Rafael Higueras Álamo Postulador de la Causa de Canonización de “Lolo” Fuente: http://www.amigosdelolo.com/ |